Pilares del rigor y la misericordia

En cada catedral de celulosa hay pilares que sostienen la bóveda celeste y que la conectan con el sustrato, con lo terrestre—pero también con lo subterráneo, lo infernal. Como un pararrayos donde los daimon escalan y se deslizan fluyendo desde las entrañas que rodean al útero de Gaia, los pilares de la catedral se alzan desafiantes de la gravedad y del aliento de Eolo cual cuernos que coronan un altar. Los pilares sostienen y penetran la bóveda, siendo un puente entre lo celestial y el Tártaro: no sólo los daimon son eyectados hacia la atmósfera, sino también los dioses olímpicos entran al vientre oscuro de la Madre por medio de estas estructuras.

Los grandes árboles se proyectan desde el sustrato hacia el firmamento, como venas abiertas de la sangre ctónica que se oxigena desde el cosmos. De esta manera, los pilares de catedral no sólo sostienen, sino también contienen encriptado el acceso al mysterium tremendum et fascinans, al que se llega a través del trabajo del excursionismo iniciático y mistérico. En esta emboscadura cuyo objeto es acceder a la catedral y cuyo fin es captar, inducido y conducido, por medio de los sentidos, la experiencia de lo numinoso, el Adepto es llevado por dendritas invisibles a un peregrinaje hacia lo que está más allá del hekataion, pero escapando de lo cartesiano.

Cada árbol es parte de otro árbol que se erige en el campo de lo metafísico, fuera de la experiencia sensible pero que eventualmente puede influir en ella, como vientos solares que atraviesan el espacio y se manifiestan sobre las formas de vida que residen en el rostro de la superficie terrestre. En ese árbol metafísico que da forma a una catedral donde se intercambian los flujos celestes y telúricos, el conocimiento fluye en distintas direcciones y de desenvuelve como un papiro, para posteriormente decantarse en vasijas para poder ser aprehendido por el Adepto ávido de acceder a lo que permanece —todavía— incognoscible.

El misterio numinoso puede ser experimentado mediante dos vías: como atracción (fascinosum) o como objeto de temor (tremendum): en el deleite místico y en el espanto absoluto, el Adepto entra en la experiencia de lo sagrado. Los árboles infunden el miedo y también la fascinación, pues la grandeza de la catedral visibiliza la pequeñez de la vasija física que contiene al ser. Ahí, entre la majestuosidad del temor y la atracción, hundido en la sombra eterna del bosque lluvioso, el Adepto hallará enclavados los pilares de rigor y misericordia que componen el eje central de la catedral de celulosa, originando un pilar de tensión entre ambos que brindará el equilibrio — el devenir entre ambos principios.

Emplazado en el interior de la catedral boscosa de suelo rizomático, es decir, emboscado para acceder a la experiencia numinosa, el Adepto se posicionará en el espacio ubicado entre dos árboles: a su izquierda, el árbol pilar del rigor, donde el aspecto femenino y de lo receptivo es el que predomina. Esta columna representará lo restrictivo y el control, el marco donde las cosas tienen su cauce. Aun estando en lo salvaje, el confinamiento es necesario dentro del trabajo del excursionismo, pero no como un encierro físico, sino como la severidad que evita caer en la entropía, ya sea por el deleite místico como por el espanto.

Hacia su derecha, el Adepto encontrará el árbol pilar de la misericordia. Éste, al contrario del pilar del rigor, representará la insuflación en estado primordial y desencadenado de la vida. Aquí, es el aspecto masculino y desatado el que generará tensión hacia el rigor: es el flujo de la vida, el movimiento eterno que se manifiesta al interior del Adepto y que hace que éste decida internarse en lo silvestre. A su vez, lo silvestre está contenido en la catedral de celulosa, siendo naturaleza feral pero enmarcada en una estructura titánica. La vida fluye en todos los sentidos, pero la catedral da orden al flujo.

La danza dionisíaca de lo salvaje, las olas del éxtasis y el deleite, son encauzadas por apolíneas columnas y bóvedas que causan admiración y espanto: el mysterium tremendum et fascinans se hace visible en la catedral del bosque, y sus pilares conectan su vientre terrestre con el coelum eternamente desafiado por el ser humano, pero que al interior de la catedral sólo es contemplado en el techo de la bóveda —entre los espacios que dejan libres las copas de los árboles— para servir de guía en el peregrinaje iniciático de la emboscadura: Visita interiora terrae rectificando invenies occultum lapidem.

hdr