En noche de Samhain los espíritus son liberados y muere el verano, apagándose como una vela que se extingue cuando ya no queda nada más por ser consumido, comenzando así un nuevo año. La oscuridad se toma al mundo de los vivos por asalto y reemplaza a la luz, y aprovechando que la barrera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se hace más difusa por un instante, se abre la puerta del inframundo, el lugar donde residen los antepasados, para que estos cabalguen a sus anchas en este plano.
Samhain es cuando la tierra se guarda para descansar y volver a germinar en primavera, cuando retorne la luz. El reinado de Vestio-Cernunnos, señor del bosque y la oscuridad, comienza entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, cuando vuelve al Otro Mundo, dejando los cuernos que lo conectan con el cielo y la luz, atrás. En esta oscuridad es cuando Vestio-Cernunnos-Dagda es abrazado de vuelta al seno de la Diosa-Morrigan, en el hieros gamos del húmedo bosque.
A diferencia del celta Cernunnos, a pesar de también ostentar cuernos, el íbero Vestio exhibe poderosas astas de toro. Ambos dioses muestran una conexión feral con Shiva-Pashupati, señor de las bestias y poseedor de cuernos de búfalo. Todos estos dioses que poseen forma tridentaria, apelando a la vida, lo masculino, el movimiento, lo no-estacionario, en Samhain reposan en el vientre de la Diosa Madre Tierra (femenina, horizontal, masiva), pues lo extático, lo fértil y lo dionisíaco deben entrar en reposo e introspección para poder desatarse más adelante, cuando la luz retorne y la tierra vuelva a germinar.
El comienzo del invierno es el momento para apagar los fuegos individuales, para volver a encenderlos a partir del fuego primordial de la comunidad, de la misma forma en que el sol arde desde su núcleo hasta sus rayos.
Buen final del verano.