Hace un par de días, un contacto me escribía vía RRSS respecto a unos textos de Pentti Linkola que había traducido hace algunos años. En respuesta, traduje tres textos del autor, contenidos todos en su Can Life Prevail? Hoy, domingo 5 de abril, volvió a escribirme, dejando un corto pero definitivo mensaje en mi bandeja de entrada: ‘Murió Linkola.’
Había ocurrido: el pescador y amante de los pájaros, escritor de unos cuantos libros, moría a los 87 años, terminando sus días como vendedor de los pescados que obtenía él mismo en un viejo bote en las aguas interiores de su natal Finlandia.
En días del reinado del coronavirus, Pentti Linkola mostraba sus aprehensiones respecto a la situación actual: “el coronavirus puede hacer más lenta la destrucción de la tierra, pero una vez que haya sido superado, la misma forma de vida continuará”. Visto desde su mirada, es la cosmovisión de la democracia (la “religión de la muerte”, en sus palabras) quien promueve la destrucción del planeta, de los ecosistemas y del hombre mismo. Nada rescatable hay en esta manifestación de igualitarismo:
La democracia es el más miserable de todos los sistemas sociales conocidos, el pilar de la perdición. Bajo ese sistema de gobierno la libertad inmanejable de producción y consumo y las pasiones del pueblo no sólo son toleradas, sino apreciadas como los valores más altos. Los desastres ambientales más graves ocurren en las democracias.
El legado de Pentti Linkola es uno de ideas claras, sin compromisos y sin remordimientos. A los planteamientos sobre la ecología profunda de autores tales como Arne Naess, George Sessions, Paul Shepard, Gary Snyder, y otros, Pentti Linkola sumó un grado de radicalidad mayor: no bastaba sólo cuestionar a la Modernidad desde una mirada “desde el bosque, desde lo salvaje” y procurar salvar a la naturaleza, las ballenas, los acuíferos y otras causas populares que son casi imposibles de rechazar, sino también había desafiar directamente a todo el trasfondo filosófico y, más aún, emocional y sentimental que subyace a la destrucción de los sistemas de soporte vital.
Existe una tendencia moderna a considerar que el ser humano es un virus, una enfermedad. No obstante, dicho masoquismo es sólo un lamento vacío: no pasa de ser una queja Izquierdista que finalmente entra en el mismo saco de la compasión universal, la reivindicación de derechos sociales, la defensa de los oprimidos y la lucha de clases. ¿Y Pentti Linkola? Disminuir la población, detener la inmigración, detener la loca carrera de la tecnología. Pero no disminuir la población en términos antinatalistas y aburguesados como está siendo conducido desde Occidente, sino a través de maneras disruptivas, profundas, y que generan cambios reales, pero que también desafían hemisferio de la Democracia y de los derechos humanos.
Ése fue el legado de Pentti Linkola.